sábado, 10 de octubre de 2009

Amanda y el bailarín (III y final)

Amanda no podía creer que su escenita histérica había dado tan óptimos resultados. Estaba emocionada. Amadeo la sostenía del brazo como para retenerla. Por consiguiente, para que la emoción sea completa, ella se movía suavemente hacia adelante y hacia atrás, en un vaivén dulce simulando falsas fuerzas para huir. Al fin, desistió y se quedó quieta diciendo:
-¿Qué quiere?
-No se vaya. Se lo ruego. Es menester que antes me responda algo. Si no lo hace, sufriré la angustia de la duda por el resto de mis días.
"Definitivamente, este hombre está loco" -pensó Amanda-. Una cosa era un poquito de juego histérico y sano coqueteo pero de ahí a darle tanta importancia como para meter la frase "el resto de mis días", eso sí que era otra cosa muy diferente.
-Digame...-suplicó la dama con el vértigo de la duda, el susto y la ilusión en la voz.
Él la soltó. Bajó la vista. Titubeó un poco y arremetió finalmente.
-¿Por qué le tiemblan las nalgas? Es algo que yo jamás había visto en mi vida.
Bueno. Convengamos que no era la mejor salida verbal del caballero danzarín pero, después de todo, realmente estaba intrigado.
Ah! ¿Eso? -sonrojada hasta lo blanco de los ojos-.
-¿Y?
-¡Epa! ¡No me apure, eh!
-Disculpe. Es que soy un tanto ansioso.
-Está bien...En realidad, no sé. Es decir, desconozco la causa metabólica del caso. Sé que me pasa cada vez que estoy nerviosa. A algunos les transpiran las manos, otros quedan mudos, a otros les tiembla la voz. A mí, en cambio, me tiembla la cola.
-Entiendo.
-¿Qué entiende?
-Que usted estaba nerviosa en mi camarín. Lo que no sé es porqué. -Inquirió-.
Amanda se quedó muda, le transpiraban las manos y le temblaban los glúteos. Encima de no poder disimularlo tampoco podía explicarlo.
El bailarín había bajado de una vez por todas de su nube de vanidad. La miró y la vio con los ojos de un hombre sin pasado y sin futuro, un hombre normal.
Pareciera que le gustó lo que descubrió porque sonrió cálidamente y tomándola de la mano con fervor le dijo:
-¿Y si la invito una copa? Tal vez se le asiente el... pulso...
-Seguramente. Será un placer acompañarlo.
Amadeo le ofreció el brazo que ella tomó delicadamente. Mientras daban sus primeros pasos coordinados, simultáneos y en la misma dirección de aquí en adelante, Amanda sugirió:
-¿Y si se viste?
Ah! ¿Eso? Puede ser...

FIN