sábado, 26 de diciembre de 2009

constelación amante

el aroma crispado de mi verano
aletea cual mariposas minúsculas
hasta tu olfato
inundando tus entrañas
con este despertar
de café, canela y cacao
de melón, pepino y palta
tocando tu lengua
tu lengua en mi piel
mordiendo la fruta del deseo
deshecho a besos y caricias
el deseo
consumido entre versos
que se queman al apenas nombrarlo
entregada a tu piel
tu piel
arde en mis labios
se derrite en mis labios
balbucientes de tus poros
que se abren cual estrellas a mi amor
y titilan en la penumbra
de nuestra constelación amante

¡Feliz cumpleaños, Mariela!

Hoy es el cumple de Mariela.

Mariela:
Quisiera darte un abrazo tan fuerte como el gran cariño que te tengo. Espero que pases un hermoso día.
Lamentablemente no puedo estar allá para soplar las velitas con vos como quisiera. Solamente se me ocurre hacerte este pequeño homenaje mediante este espacio que nos ha permitido estar más cerca a pesar de la distancia.
¡Te quiero mucho, amiga mía!

Y un mimo de Aute que sé que te gusta.



domingo, 20 de diciembre de 2009

previamente

de la mata de pelo que ostentas
se han hecho mil debates insulsos
yo quiero hacer una oda honorífica
a ese rulo renegrido y rebelde
que trémulamente mis dedos se abstienen de acariciar

mil victorias y mil fracasos encorvando tu ánimo
estallando en tus ojos estelares

el día se ha empeñado en su barro
y el aire húmedo nos llega desde la ventana entreabierta
junto con el bullicio
el coro de miles de voces
dispersas e inequívocas

todo todo se sucede para recordarnos
nuestra frágil torpe dulce humanidad

y cruzar nuestras miradas entre la bruma
apenas presintiendo tu piel de río caudaloso
y mi piel de cala en desuso

centellean las partículas de agua
en el aire húmedo que nos envuelve
en nuestro nuevo trópico austero
y se humedecen tus pupilas
y tu sonrisa marfilada me invita
el deseo se hace uno
y me muerdo los labios

sábado, 19 de diciembre de 2009

ven conmigo


de las lágrimas que no nos conocemos
brotará el arroyo que nos devuelva la primavera
el prado en el horizonte de tus ojos
ojos cargados de sueños perdidos
ojos cargados de sueños perennes
pestañas gastadas de ver injusticia
y chispa brillante que se estira diciendo futuro
futuro nuestro sobre los cimientos de nuestras heridas
sangre que abona el jardín de nuestra esperanza
nuestras ilusiones sin voz pero tangentes
en tus manos que gritan "ven conmigo"
aunque no te alcance
y te sienta
en mi voz
en mis manos pequeñas y frágiles
torpes dibujantes de tu rostro
deletreado en mis dedos que acarician tu nombre
mis labios silentes besando las palabras que te traigan a mí

domingo, 13 de diciembre de 2009

Ana María

Ana María había ido a misa como todos los domingos. Aunque ese no era un domingo común. En la misa del fin de semana anterior, en los avisos parroquiales, habían informado que un grupo de la parroquia estaba organizando una campaña para llevarle juguetes y ropa a los niños de escasos recursos de la isla, los hijos de nuestros hermanos pescadores, y así todos pasaríamos una "¡Feliz Navidad!"
Ella, como buena católica, no hizo oídos sordos al llamado del Señor y se puso de inmediato a revolver entre los trastos viejos que tenía amontonados en el depósito de su casa.
Encontró unos cuantos zapatos viejos que se había olvidado de tirar, ropa en desuso de sus nietos y algunos juguetes medio averiados pero, ¡peor es nada!. Esa gente debía estar agradecida con tanta generosidad -pensó-. Así que juntó toda la mugre hallada en una bolsa de consorcio negra y esperó ansiosa el día en que haría su gran acto de caridad.
Ese domingo había amanecido espléndido, con un sol radiante y un calor agradable.
Ana María se levantó temprano para tener tiempo de elegir la ropa, las joyas y arreglarse adecuadamente para la ocasión.
Ya se imaginaba la cara de las otras al verla bajar del auto con semejante bolsa. ¡Se iban a morir de la envidia! Y ella, impecable, obviamente.
Llegó justo a la 10:15 A.M. Quince minutos antes de la Santa Misa. La desilusionó que, al llegar, no hubiese nadie en la puerta más que una mujer escuálida con dos niños, uno recostado en su regazo y otro mamando de su pecho. La mujer escuálida con sus hijos también escuálidos estaba sentada en la escalinata principal pidiendo limosna.
Cuando pasó Ana María a su lado, toda altiva y reluciente en oro como una reina egipcia, la mujer alzó sus ojos lastimosos y le pidió una moneda para poder comprarle leche a sus hijos. A lo que, Ana María, ya iracunda, inquirió desde su altivez:
-¿Y el padre?
-No tienen, doña. Nadie me ayuda.
-¡Cómo no van a tener! -exclamó exaltada- ¡Así que te gusta lo dulce pero no te aguantás lo amargo! Decime, ¿Cuántos años tenés?
-Veinte, doña.
-¿Ves? ¿Ves lo que te digo? Encima sos joven. Yo no te voy a dar nada. Andás de loca pero no te da vergüenza pedir. Andá a trabajar, no seas vaga.
-Es que no me dan trabajo...
Ya Ana María había dado por terminada la conversación y no la escuchaba. Ofuscada entró a la parroquia renegando con la bolsa hasta que vislumbró a los misioneros que estaban recolectando las donaciones y se acercó con una sonrisa enorme en los labios.
Uno de los muchachos recibió la bolsa y la bendijo por su buen corazón.
Misión cumplida, dio media vuelta para ir a sentarse. La misa estaba por empezar y tenía que poner su mejor cara de estampita de Santa Teresita y adecuar sus gestos al rito.
Esta vez, oyó la misa con una satisfacción que no podía explicar. Realmente ella era una mujer de bien y como dijo el sacerdote en el sermón "debemos acordarnos de nuestros hermanos pobres y recordar que Nuestro Señor Jesucristo nació pobremente en un establo". Eso último la enterneció muchísimo. "Sí, todos somos hermanos", pensó y se sintió inmensamente satisfecha consigo misma.
Al finalizar la misa, se acercó a la capilla menor donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento a rezar como hace la gente devota. Se quedó unos reglamentarios 5 minutos para aparentar devoción y se le ocurrió ir a ver cómo había quedado el salón parroquial que habían construido con la cooperación de todos los feligreses gente de bien como ella.
El salón era enorme. Tenía 100 metros cuadrados, con mesas y sillas como para que estén cómodas unas 400 personas, ventiladores de techo, buena ventilación, etc.
Este fin de año, iban a hacer un gran evento social con la gente de la comunidad más destacada. Iba a ser una fiesta importantísima en la que podría codearse con los sacerdotes, el obispo y los más distinguidos apellidos de la ciudad. Al fin tenían un salón acorde a sus necesidades sociales.
Al final del pasillo al costado del salón, que daba al fondo de la parroquia, había un montón de gente haciendo cola y se acercó para ver. Le llamó la atención tanta cantidad de gente en el fondo detrás de la iglesia.
Al acercarse, vio niños descalzos y desnutridos agarrados de sus mamás, hombres asidos a sus muletas, a uno le faltaba una pierna (un excombatiente, tal vez), ancianos y ancianas que no podían casi tenerse en pie. Una viejita con las piernas ulceradas y sin un diente estaba sentada en el piso apoyando la espalda contra la pared. Los demás se acomodaban como podían: parados, sentados, recostados contra el muro. Estaban esperando la comida del comedor comunitario apiñados en el pasillo.
Las mujeres de la cocina les pasaban con indiferencia un mendrugo y un plato de harina de maíz hervida con algunas verduras mezcladas. Nadie hablaba. ¿Para qué?
La mujer con los niños de la escalinata, ahora se encontraba allí y le daba de comer a la anciana de las piernas ulceradas mientras las moscas le revoloteaban sobre las heridas.
Ana María sintió tanta repulsión que salió huyendo. Mientras huía pensó que por suerte el salón estaba bajo llave sino se hubiese podido meter esa gente. También la asqueó la comida, ella ni a sus perros les daría eso.
Para calmarse y aprovechar el sol lindo del mediodía de diciembre, decidió volver a su casa caminando. De camino, vio venir frente a sí a un hombre muy desaliñado según su juicio. Temió que quisiera robarle y cruzó de vereda acelerando el paso.
Por fin llegó a su casa. Se sintió restablecida cuando entró y vio a su marido que la estaba esperando para almorzar. Ambos se sentaron a la mesa y le ordenaron a la muchacha que sirviera el almuerzo.
-¿Llevaste los donativos a la parroquia?
-Sí. Me lo agradecieron muchísimo.
-Eso hace la gente de bien.
Almorzaron alegremente.

lunes, 7 de diciembre de 2009

acurrucado

acurrucado en un colchón de aire espeso
extendiendo los brazos al abrazo de una sombra
de un espejismo
de nada
nada

imbuido en lo profundo de un corazón en penumbras
lúgubres pensamientos sin forma
te cruzan los ojos
y apenas susurras

-estoy cansado

hastío de verano naciente
bastardo verano al que no esperan flores
y el peso de mil inviernos
se cuelga de tus pasos ahogados
-estoy cansado

y quise ser el agua
que te devuelva el brillo a los ojos
y quise ser la ráfaga
que te devuelva el aliento
y quise ser la risa
que trastoque en risa tu mueca desganada
sombría
máscara transparente delatadora de tristezas

-estoy cansado

reposa en mi regazo
hasta que pase esa sombra que oscurece tu frente
y se desdibuje la pena de tu rostro abatido

mientras tú reposas
yo ahuyentaré los fantasmas que sobrevuelan tu cabeza
hasta que la luz renazca en tus ojos
y estalle en mil carcajadas la alegría aprisionada