hacedor de la patria desde el alba de cada día
desde antes del alba de la historia.
Amo tus manos fuertes, obrero,
por limpias,
por puras,
porque la avaricia no puede mancillarlas,
porque nada ni nadie puede corromperlas.
Amo tus manos ásperas, laburante,
ajadas a fuerza de soles inescrupulosos,
lluvias perpetuas
y fríos inclementes.
Esas mismas manos que a la casa llevan el pan
y en una caricia llenan
de ternura, calidez, suavidad.
Esas mismas manos,
tus manos, mi amigo trabajador,
llevan palpitando bajo la piel el corazón
y son el abrigo de tu esperanza
y la de quienes te quieren
y hasta de los que ni te conocen.
Porque son tus manos, mi amado obrero,
las que hacen brotar al país del inhóspito suelo.
Son tus manos infatigables
las que alzan la bandera en un vuelo de esperanza.
Son tus manos rústicas, mi querido laburante,
las que enaltecen el pueblo,
las que forjan la dignidad de la patria,
el tesoro más preciado de una nación
aunque ni siquiera lo sospeches.