
Queridos amigos, existe un espacio en nuestra vida cotidiana de lo más inspirador. Diré de él sólo que se trata del templo del arte y el placer.
Es muy común que visitemos el templo diariamente como fieles parroquianos.
Es un espacio único, propicio como ningún otro para la lectura de todo tipo, desde historietas hasta Nietzche caben en su amplia biblioteca. Y esto no es todo, ni bien nos proponemos reposar en él, nos invade una inspiración desbordada por lo que siempre es bueno tener a manos lápiz y papel.
No voy a dar más vueltas. Todos somos adeptos a esta creatividad imperiosa que nos invade en el templo que para más claridad llamaremos "baño".
Sí, señores, el baño.
He conocido algunos señores de "culo muy culto" capaces de leer las más grandes obras filosóficas de la humanidad desde un inodoro y unos cuantos lectores compulsivos que se leen hasta los frascos de shampoo. No importa lo que se lea, el hecho que nos convoca es el innegable placer intelectual y artístico que nos propicia el habitat del baño.
Sí, también artístico ya que en él no sólo se cultiva la lectura y la escritura de todo tipo sino todo tipo de arte. ¿Quién no ha cantado en la ducha? Es imposible negarse a la provocación inminente de la música que nos provoca el agua de la ducha.
Por no hablar de sus dotes actorales, estimado amigo/a. Hagamos de cuenta que nadie lo sabe, pero he de confesarle que lo he espiado y lo he visto hacer las caras más sorprendentes frente al espejo. ¿ Y qué decir de esos maravillosos discursos que nunca conocieron más que su reflejo?
Es curioso que un lugar tan propicio para la creación artística se vea casi devaluado por la sociedad. Por poco nos ruborizamos al nombrarlo.
Si no me equivoco, ud. no invitaría a un amigo o amiga a pasar al baño para ver sus gracias.
También es llamativo que, precisamente, en ese ámbito privado es cuando somos más nosotros mismos. Pensamos sin condicionamientos, cantamos sin vergüenza, nos decimos en la cara la verdad sin tapujos, desnuda y cruda.
Por eso, ahora que ya sabemos quienes somos, deje a un lado la vergüenza y el qué diran. De aquí en adelante, cuando conozca una señorita o un señor que le interese de verdad, invítelo al baño y muéstrese tal cual es para que lo amen realmente o lo detesten con fundamento.
Ahora, los saludo y los dejo hasta la próxima -disculpen, tengo que tirar la cadena-.