sábado, 16 de octubre de 2010

Justificando lo injustificable: la escritura

Escribo para que no me derrote el olvido.
Isabel Allende


Es difícil justificar la escritura. Por otro lado, no entiendo porqué puede necesitar algún tipo de justificación.
Los escritores -sí, los escritores-, ustedes y yo, solemos tratar de explicar el extraño "porqué" de nuestra escritura. Como si se tratase de una actividad vergonzosa o egoísta o, lisa y llanamente, trivial y carente de practicidad.
Y, como si fuera poco, la mayoría de nosotros -ustedes y yo-, no vivimos de nuestra labor escrituraria. Entonces minimizamos y hablamos de esta práctica como "hobbie" o mero entretenimiento lingüístico cuando no se trata de resolver crucigramas tirados en la arena tratando de matar el aburrimiento.
Muchas veces reniego por no poder dedicarle más tiempo a la escritura. Es que con la escritura no "paro la olla" y, entonces, ahí vienen los conflictos. ¿Cómo explico que soy escritora pero no me pagan nada por serlo? Y la sociedad chatamente capitalista te mira como recién llegado al pueblo. "Esa persona debe tener algo raro", sospechan, como se hace con todo desconocido recién caído vaya a saber porqué en la realidad clara de la cotidianeidad popular.
Más difícil aún resulta presentarse, cuando una, efectivamente, cumple el rol de "recién llegada". Entonces empiezan los balbuceos internos, esos que nadie ve pero que se retuercen en espirales infinitas sobre el alma. Y es así que sale la mentira más verdadera: "soy docente"; "soy arquitecto"; "soy albañil"; "soy telemarketer"; etc.
El oficio que nos da de comer no define nuestra esencia necesariamente. Hay mucha gente que tiene la suerte de haber encontrado una identidad entre lo que hace y lo que es.
No suele ser nuestro caso. Muy pocos escritores viven de la escritura.
Además, nadie es lo que hace. Pero el escritor, los escritores, reconocemos esa identidad en el espíritu que nos empuja todo el tiempo a combatir los absurdos interrogatorios con absurdas respuestas para no caer en absurdos y humillantes juicios sociales.
No sé porqué el escritor, no solamente escribe sino que su actividad y su identidad son una pero con un costado siempre oscuro, como la luna misma. Como si la mitad de la luna no fuese digna de ser mostrada. Y así, cual nuestro satélite sufriendo eternamente su sombra en el lugar, quizás, más rico que posee, orbitamos y pululamos por el universo como uno más del montón para no llamar la atención.
No somos gente atormentada. Tampoco el mentiroso estereotipo del "poeta maldito" que han inventado. Somos gente del montón sin derecho a serlo.
Y cuando alguien consigue la dicha de ser reconocido como tal y de, encima, cobrar por serlo, de pronto se convierte en un ser mitológico, mágico, con autoridad para hablar sobre cualquier cosa. Eso tampoco está bueno. Ese escritor, sigue siendo uno más del montón.
Si se te ocurre decir que escribís entre amigos o familia que no se dedica a escribir y, escasamente a leer, ni hablar de los resultados: miradas mitad de lástima y mitad de burla. Una mezcla de desprecio con compasión y una pizca de "pobre loco".

Por eso, entre ustedes y yo, queridos escritores, les cuento, yo trabajo de docente -y me gusta- pero soy escritora. Es mi esencia y mi condición aún cuando el tirano tiempo no me permita teclear tanto como desean mi corazón, mis dedos y todo mi ser.



3 comentarios:

  1. Comparo plenamente tu sentir amiga... tu texto definie claramente lo que mucho sentimos ... lo que nuestra escencia es... y que grita en nuestras letras... te felicito ... gracias por el sentir..

    saludos
    linda semana
    abrazos

    ResponderEliminar
  2. Cuando alguien dice que es escritor yo le creo y siempre pienso que es muy respetable, aún cuando quien lo diga tenga 7 años.

    ¡Besos!

    ResponderEliminar
  3. Hace 22 años que soy secretaria...

    ¡Cuánta sabiduría en este texto!
    Agregar algo sería redundante.

    Un gran abrazo

    SIL

    ResponderEliminar